Lo que va pesando el blog. Comienza uno casi sin querer y se engancha. Y un día, fuerza mayor, te escondes temporalmente de la actualidad (ay, la Semana Santa, con sus devociones y afanes). Entonces las noticias, apenas llegan, se van, resbalándose como se resbalan las gotas de cera por el terciopelo negro un Viernes Santo de lluvia.
Pero hay se queo el paso y la lírica y tengo que volver a conectarme a la marciana y adictiva realidad periodística. Ruedo por la red hasta que me frena en seco Jorge Fernández Díaz. El protector de la especie humana en lo natural y en lo sobrenatural, me regala este párrafo:
"Utilizar esta forma de coacción es burlar los procedimientos democráticos. Después de los diputados, ¿quiénes serán los siguientes en ser acosados? ¿Los jueces, que pueden dictar sentencias que no gustan? ¿O los periodistas cuando vierten opiniones que no son del agrado de todos?"
Se refiere al escrache, ese nuevo fruto que nos llega de allende y que promete arraigar aquí como antes lo hicieron el tomate, la patata y la salida lavolpiana.
Para que la turba amedrente a una persona en su casa, sea un criminal condenado, un presunto o un van diciendo por ahí que, no son necesarias rectas razones. Simplemente que el Estado se esponje y que sus poros los rellenen las rebabas del sistema. Si políticos, jueces y policías van en cascada desertando de sus obligaciones, sobreviene la confusión. Allí donde se agobian los espíritus puros. Verbigracia, el antedicho.
El ministro del Interior toma como inspiración para el párrafo anterior al pastor protestante Martin Niemöller y su Als die Nazis die Kommunisten holten (tranquilos, traduzco: Cuando los Nazis vinieron a llevarse a los Comunistas). Poema antinazi muy famoso, conocido por casi todos y si no se encuentra usted en el casi haga clic.
La diferencia entre lo escrito por Niemöller y lo manifestado por Fernández Díaz no es solamente estética, sino vivencial. El alemán fue perseguido por un Estado totalitario que quería acabar con sus enemigos de una forma ordenada, industrial. Niemöller se lamenta de no haber ayudado desde el principio a destrozar el engranaje nacionalsocialista. La nómina mensual del español nos dice que forma parte de un Estado democrático. Tiene poder sobre vidas y haciendas. Y la grave misión de mantener el orden. A no ser que el edificio del Ministerio del Interior sea una estructura ganada por el relativismo arquitectónico y sus rectores no sepan si pisan el suelo duro de la responsabilidad o légamo baboso de la insensatez.
Vamos a ver. Dice D. Jorge: “Después de los diputados, ¿quiénes serán los siguientes en ser acosados?" No. ¿Qué diputados? Sólo él y sus compañeros de partido. Es contra el PP contra el que se dirige el escrache. Ni el anterior gobierno socialista por los desahucios, ni ahora la izquierda y alrededores por convolutos, eres, tresporcientos, etc., sufrieron, ni sufren, humillaciones como las que los populares padecen en sus domicilios y ante sus vecinos.
Continúa el ministro preguntándose si después de los políticos, seguirán Ada Colau y su mariachi dando serenatas a jueces y periodistas. Pero hombre de Dios. Viene a elegir dos de las profesiones que los cacerolistas hueveros menos pretenderían hostigar. La justicia puede ser un cachondeo pero ay de ti: rásgale siquiera sea el dobladillo de la toga a sus señorías y verás en lo que queda la lectura alternativa del derecho. Menudos son. Parafraseando a Pla, lo más parecido que hay a un juez de izquierdas es un juez de derechas.
Y que me dicen de los periodistas. Cierto que no son tan corporativistas como los jueces y los periodistas liberal-conservadores podrían estar en peligro. Pero un altavoz es un altavoz, por poco alcance que tenga. Por cierto, gracias al PP, que se dedica, con un empeño digno de causa más piadosa, a soliviantar y entorpecer a los medios afines al ideario de sus votantes. De todas formas, en las tertulias televisivas mucho grito y mala cara, pero el roce hace el cariño. Y está muy feo zarandear al cuarto poder, derecho humano.
Todo por no sacudirse los complejos y coger al bicho por los cuernos. Los escraches al hispánico modo son ilegales, ilegítimos y antidemocráticos. Nos llevan al totalitarismo por un camino más derechito que la corrupción. Primero, porque es una persecución hemipléjica: sólo van contra la derecha. Segundo, porque bajo la apelación al pueblo siempre esconde la turba sedienta de líder y mano dura. Un gobierno democrático que se precie de tal no puede permitir que los totalitarios sobrepasen eso que los finos llaman ciertas líneas rojas. Cueste los escaños que cueste.
Menos lloriqueos. ¡Jorge, qué eres ministro del Interior! Te lo juro.