La jugada lo tenía todo para dar un título y enderezar una temporada: la cabalgada febril, el pase en profundidad, el centro raso y medido, la aparición en el segundo palo. Pero Özil, zurdo cerrado, se llenó de 10, colocó un exterior pusilánime y el balón le llegó liso y hueco al portero. Otro zurdo cerrado, el Innombrable, se labró un prestigio buscándole los bajos a la pelota. Sabía que no importaba la dureza del disparo; sólo el engaño y la línea curva.
El final ha sido auténticamente shakesperiano.
ResponderEliminarUn entrenador acorralado,acosado,linchado,injuriado e insultado por la prensa en la campaña más atroz que se recuerda,traicionado por sus jugadores y pitado por una afición lamentable -salvo honrosas excepciones - que padece un síndrome de Estocolmo con el "señorío" del NO-DO y la fagocitación de pipas con sal. La puntilla nos la dio "El Pupas".
Lo dichio:shakesperiano.
También el final ha tenido algo de arnichesco. Que es más nuestro.
ResponderEliminarY EL PRÓXIMO FINAL DE ESPAÑA SERÁ UNA MEZCLA DE TRAGEDIA GRIEGA Y ZARZUELA, CON SU TOQUE "ESTEPAISEÑO" DE PELÍCULA DE SANTIAGO SEGURA O ALGÚN OTRO TÍTERE AL USO.
ResponderEliminarEl títere se concebirá entre Rajoy y Rubalcaba.
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