Los
medios de comunicación españoles parecen no querer desinflar el globo. Unos por
adhesión a la causa y otros simplemente porque esperan más juego de la indignación italiana y no ha llegado la
hora de arrastrarla por el barro. No eran pocos los que nos regalaron los oídos
con loas a la nueva forma de hacer política en flor; por fin todos nos
convertiríamos en ciudadanos de Platón y dejaríamos de ser súbditos de Jorge
Javier Vázquez. Pero desde las elecciones generales, que sorprendentemente
ganaron, la prensa no nos ha machacado
con las grandes propuestas de los lozanos y originales estadistas. Los mejores
cerebros de nuestra generación. Al contrario, lo que llega de tierras italianas
nos habla de la terquedad del líder, que desaconsejó todo acuerdo postelectoral
con el centro-izquierda y que llevó al primer ministro Enrico Letta a buscar
apoyos en el partido de Berlusconi. Resultado: división en las filas grilladas
y el vaffanculo que se consolida ya
como un insulto interno después de su éxito como dicterio para gobernantes.
Y luego
está el asunto de las dietas perdidas y halladas entre los mármoles del Palazzo
Montecitorio, sede del parlamento italiano. Los diputados y senadores ganan
10.000 euros brutos de sueldo, que una vez pasada la guillotina de los
impuestos se queda en 5.000. Grillo convenció a sus parlamentarios de que
cobrasen la mitad, es decir, unos 2.500 euros netos al mes. La tremolina se
armó cuando pretendió que los 8.500 euros mensuales de dietas, a los que cada
diputado y senador tiene derecho, se ajustasen al máximo y lo sobrante fuese
devuelto y destinado a un fondo de solidaridad. Consecuencia, un diputado: “No
hemos firmado ningún documento que nos obligue a renunciar a las dietas”. Qué
son papeles, el buen salvaje sólo necesita un apretón de manos. Consecuencia,
una senadora: “Yo he tenido que contratar a una niñera. Necesito el dinero para
mantener a mis hijo”. A la política deben ir los mejores, aunque pierdan
dinero. Mejor si pierden dinero. El desprendimiento.
Lo que le
cuesta al parlamentario deshacerse de las dietas. Al igual que el gordo, el
político se apunta a todas, pero mientras aquel tiende a desfallecer con el
ayuno y acaba abandonando, este se robustece y ni por todo las crowdfundings del mundo las deja; la
realidad es tan poliédrica que, ay, siempre nos da coartadas para mantener la
conciencia limpia. Otra integridad es posible.
Ese tipo de movimientos son lo que en su dia definió Tom Wolfe como "pompas de jabón".
ResponderEliminarSon producto del hastio momentaneo,de la ira ciudadana en un lapsus concreto, pero que pasada la efervescencia vuelven a diluirse en lo meramente friki y anecdótico.
Lo que pasa es que, mientras la pompa no explota, hay que ver el coñazo que dan.
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